jueves, marzo 30, 2006

Antipasto editorial


Y bueno, aquí estamos de vuelta con el segundo número de la blogrevista de los hermanos Chang. No nos quedó más remedio. Los capos se nos aparecieron una tarde, ya cerrando el taller de nuestros quebrantos, y se impusieron desde su silencio y desde los veinte expertos en torturas (chinas, claro está) que le cuidaban las espaldas. Todos se habían visto Kill Bill, porque vestían igualito a los 88 Maníacos de O-Ren Ishii.

Los honorables hermanos nos informaron que tenían un nuevo negocio para nosotros, y querían, una vez más, designarnos sus administradores. A cambio, podíamos seguir con la blogrevista. Lo que no sabían los hermanos es que nosotros lo que queremos es abrir una productora de películas pornográficas. Pero en aquel momento de pánico nuestras palabras y nuestros deseos estaban (y están) de más.

Así que aquí nos tienen. Esta vez de gerentes de una trattoría y, para colmo, con el segundo ejemplar de nuestro pasquín. Anno (¡qué hermosa palabra!) Domini 1, Número 2.

Presentamos nuevas y sabrosas perpetraciones, cocinadas en las calderas del mal, aderezadas con yerbajos venenosos y bajo la tutela de cocineros dilectos. Te tenemos una increíble historia de naufragios basada en hechos reales y contada por el maestro Armando José Sequera. Te tenemos también, una desenfadado texto sobre la literatura infantil bajo la firma de Mireya Tabuas. Te tenemos, en exclusiva, la lista completa de los títulos de Roberto Echeto. Te tenemos una entrevista con los panitas de Zuplemento, revista de cómics e ilustración venezolana. Te tenemos un profundo análisis sobre los aportes del gran Rocco a la pornografía. También, más lubricidad cinematográfica a la Benshimol, noticias del showbizzzz, una liga de la justicia invocada por el ínclito J.J. Rojas, un cuento de taxistas y una hermana jodedora del mismísimo JorgeLetralia, otro cuento a lo safo de María Graciela Bastardo, fotos de lejanas calles del sur by Gabi Valladares, y salsa de la buena para echarle a la pasta por el bróder Fósforo Sequera (que no es familia de Armando)… ¡Ah!… y te tenemos lo nuestro, claro. Incluso, dos clips del Capitán Centella y todo.

Te invitamos pues a que te diviertas, que no pretendemos otra cosa. Si quieres leerte todo el pasquín de una vez, está bien. Si no, puedes volver diariamente, que todos los días subimos un trabajo diferente al tope.

Y sí, aquí estamos, a pesar de Veneblogs, donde ya no existimos. Pinchamos “sin necesidad”, una y otra vez, y los jueces del oprobio nos borraron del mapa. Cuando algo está saliendo, tiene que darse a conocer, y así lo quisimos hacer, pero nos salió el tiro por la culata. Está bien. Ese es el peo con las vainas gratis. Y si lo barato sale caro, imagínense lo gratis. De todos modos, los hermanos Chang ya andan averiguando quién es el pana Afrael (es un chiste, de pana y todo, pana).

Salud con vino de Erzebeth, y alcemos la copa por Blogalaxia.

Jose Urriola y Fedosy Santaella
(testaferros)

Los naufragios de la Sirena

ARMANDO JOSÉ SEQUERA

I

El reloj del camarote del capitán Samuel Nolbrow, patrón de la goleta Mermaid (La Sirena), señaló implacable las ocho de la mañana.
Con la orgullosa puntualidad que observaba en todos los órdenes de su vida, Nolbrow dio orden de zarpar hacia Collier Bay, al lado occidental de Australia, distante unos 3.300 Kms., en línea recta desde Sydney. Por mar, la travesía aumentaba a unos 5.600 Kms., aproximadamente.
Nolbrow era uno de los miles de inmigrantes ingleses que, en la década de los Veinte del siglo XIX, abandonó una vida sin mayores expectativas en su país, para colonizar el continente del que, en 1770, tomó posesión en nombre de Inglaterra el célebre capitán James Cook.
Desde hacía varios años, Nolbrow residía con su familia en la ciudad-puerto de Sydney.
La donación de tierras a particulares dispuestos a explotarlas había provocado en 1821 -cuando Nolbrow emigró para construir su universo con sus propias manos-, una avalancha de solicitudes.
Para miles de ingleses, se trató de la última oportunidad de alcanzar una parcela en este mundo y por ello no les importó que ésta se ubicase en un lugar del Océano Pacífico, tan remoto como los sueños o las fantasías.

II

En octubre de 1829, cuando la Mermaid zarpó, hacía buen tiempo.
El clima manifestaba una benevolencia que los marinos agradecían en alta mar con una oración meridiana y otra al abandonar el cobijo de algún puerto o al llegar a él.
Para no ser la excepción, Nolbrow y los dieciocho tripulantes de la Mermaid -a quienes se sumaron los tres pasajeros que transportaban-, oraron durante unos minutos en la cubierta, tan pronto salieron de Sydney.
El sol calentaba en exceso, pero una brisa que provenía a las velas la energía necesaria para avanzar, refrescaba a quienes trabajaban o contemplaban como, lentamente, el puerto daba la impresión de estancarse en el pasado.
Debían bordear primero la costa oriental del continente y después la norte, atravesando al pasar de un punto cardinal al otro el Estrecho de Torres, que separa a Australia de la Nueva Guinea.
Durante cuatro días, la goleta Mermaid surcó el Pacífico a una velocidad promedio de dieciséis nudos hasta que, precisamente a la vista del Estrecho, disminuyó la brisa, al tiempo que el cielo se cubrió de nimbos.

III

Peligrosamente, la embarcación fue cesando su carrera hasta quedar paralizada, en un punto equidistante de las dos costas. Las olas apenas mecían a la Mermaid.
El capitán Nolbrow pensó que podrían presentarse dificultades pues, mientras ocurrían estos fenómenos, tuvo lugar un descenso en el barómetro. Con seguridad, se dijo para sí, en pocas horas se desataría una tormenta.
En efecto, en las primeras horas del amanecer, una ola gigante sacó a la Mermaid de su letargo.
Sobre la cubierta de estribor retumbó una especie de latigazo, al que siguió otro y otro y tantos como si la goleta fuese una fiera que alguien intentaba amaestrar. En los aparejos, el viento completaba con su ulular el cántico siniestro que en el mar antecede a los desastres.
Pese a la contundencia del meteoro, el capitán Nolbrow y su tripulación no se quedaron sin luchar.
Dispuestos a salvar la goleta aun a costa de sus vidas, enfrentaron el delirio de los elementos con los múltiples recursos que les sugirió la experiencia.
Sin embargo, pese al esfuerzo desplegado por todos, incluidos los pasajeros, la Mermaid fue arrastrada hacia un arrecife coralino, donde se destrozó su fondo.
Con vehemencia, las olas se apoderaron del barco, semejando corsarios enardecidos por la promesa de un paraíso repleto de mujeres hermosas, bebidas y joyas.
Excitadas, las aguas sobrepasaron las velas, deslizaron su espumosa beligerancia por la cubierta y entraron sin oposición a la sentina.
A merced de tal estoque, Nolbrow dio la orden de abandonar la goleta.

IV

El capitán Nolbrow, cumpliendo con la ética inapelable de la navegación marina, permaneció a bordo de la Mermaid hasta que el último de los tripulantes se entregó a la sucesión de minúsculos torbellinos en que se había convertido el mar.
Luego, cuando su conciencia le señaló que tenía permitido salvarse, sin menoscabo de su reputación ni de su grado, se dejó rodar por el costado de la nave y cayó al agua.
Ésta lo cubrió al instante, pero Nolbrow volvió a flote, tomó aire y nadó hacia donde, por encima del concierto de rumores, lo guiaban las voces de sus marinos.
Para fortuna de los náufragos, a menos de cien metros de donde había encallado la Mermaid, una enorme roca les ofrecía lo más parecido a un refugio.
Nolbrow llegó hasta allí y, luego de gritar un rato para también servir de guía en tan oscuro laberinto a quienes aún se hallaban en el agua, se le ocurrió contar a los sobrevivientes.
Aprovechando los primeros fulgores del amanecer, supo -no sin asombro-, que sobre la roca se encontraban todos, tripulantes y pasajeros, sanos y salvos, sin heridas considerables ni otro malestar que el frío envolvente del alba.

V

Durante tres salobres días, los veintidós hombres permanecieron adheridos a la vida, en calidad de moluscos.
Curiosamente, tanto la tripulación de la goleta como los tres pasajeros eran formidables nadadores, conjunción que no era ni es frecuente en travesías fluviales o marinas. Gracias a esto, todos alcanzaron aquella providencial piedra, descubierta en medio de las sombras por los dos primeros náufragos.
Desde ella, pudieron ir varias veces hasta los restos de la goleta y rescatar algunos víveres que permanecían en la bodega, los cuales, racionados, les permitieron esperar el rescate.
Éste tuvo lugar al principiar la cuarta mañana, contada a partir del accidente.
Con las pieles enrojecidas por el sol y el salitre, los cuerpos agotados por el desvelo acumulado y las mentes abotagadas por la angustiosa intemperie, los veintidós sobrevivientes recibieron con júbilo la visión de una barca, la Swiftsure, cuya tripulación los acogió a bordo tan pronto los avistó.

VI

La Swiftsure llevó su curso a lo largo de las costas de Nueva Guinea, durante cinco días, en los cuales el recuerdo de los malos ratos tras el naufragio copó las conversaciones de sobremesa.
Cada quien relató, tantas veces como le fue requerida, su versión del suceso, su particular experiencia de salvación.
Al quinto día, a media mañana, una corriente que no figuraba en las cartas se apoderó de la barca y la lanzó contra las rocas de la orilla, ignorando el esfuerzo de todos los hombres de a bordo.
Pese a las solicitudes de intercesión divina, transformadas al cabo del desencanto en blasfemias, la Swiftsure dejó de ser veloz y segura y chocó de costado contra una gran roca.
Su capitán dio orden de abandonar la embarcación y, como Nolbrow antes, permaneció a bordo de la parte de casco que aún flotaba, hasta comprobar que el último de sus hombres se hallaba en el agua.
Esta vez, los náufragos se refugiaron en una minúscula playa, a pocos centenares de metros de donde había ocurrido el percance.
Como no todos tenían cabida, un grupo formado por los mejores nadadores siguió de largo hasta unas lajas ubicadas a ochenta o cien metros al oeste.
Curiosamente, al hacer el conteo de sobrevivientes, tampoco faltó nadie, ni hubo heridas mayores que rasguños y aporreos.

VII

Por suerte, esa misma tarde pasó por allí la goleta Governor Ready, cuya tripulación estaba compuesta por 32 hombres.
Éstos, más los miembros de la Mermaid y la Swiftsure sumaban casi un centenar de personas que sobrepoblaban la cubierta, la sentina y aun los palos de la embarcación.
Al contrario de la Swiftsure y como la Mermaid, la Governor Ready iba hacia el oeste de Australia.
Tres horas después del rescate, cuando ni siquiera se habían secado las ropas de los náufragos y aún estaban inconclusos los relatos y los chistes acerca de la curiosa situación, se desató un incendio en la goleta.
Los más de cien hombres transformados en bomberos nada pudieron hacer para contener las llamas que, al parecer, estaban hambrientas de madera ya que, en cuestión de segundos, el velamen y todo el material inflamable de la embarcación desapareció con el fuego.
El capitán de la Governor Ready, de quien sus rescatados no tuvieron tiempo de conocer su nombre, ordenó abordar los botes salvavidas que, debido a la inusual multitud, resultaron insuficientes.
Sin embargo, tampoco esta vez hubo muertos, ni heridos graves.

VIII

Lo que sí se manifestó fue un problema adicional: en el trecho que habían recorrido a partir del rescate, se habían alejado a una distancia considerable de la tierra más próxima e, incluso, estaban fuera de los cursos regulares de navegación.
Ello presagiaba una larga permanencia en el silencio resplandeciente donde flotaban, con todas las consecuencias psíquicas y fisiológicas que de ello se podrían derivar.
Habría que racionar los escasos víveres; organizar equipos de abastecimiento en cada bote, encargados de pescar y distribuir las comidas; establecer guardias para no perder la remota probabilidad de ser avistados por un barco fuera de ruta; designar turnos de remeros y de permanencia en los botes o fuera de ellos; mantener la disciplina cuando los más débiles prorrumpieran en contagiosas lamentaciones o refugiaran su desesperanza en la locura.
Algunos bromistas recordaron, en voz alta, los relatos oídos en inverosímiles puertos, acerca de náufragos antropófagos que, al faltar los alimentos y tras sorteos o luchas cruentas, se habían engullido a sus compañeros de malaventura.
Estaban designando a los jefes de cada bote -todos, por supuesto, de la Governor Ready, pese a que en el grupo se hallaban dos capitanes- y se estaba suscitando una discusión que, a juzgar por el monto de las voces, desembocaría de manera inminente en una riña colectiva, cuando el guardacostas Comet surgió detrás de unas lejanas olas.

IX

Los náufragos gritaron con tal ímpetu, aunque el Comet venía hacia ellos, que a la tripulación de éste le hubiera sido imposible pasar de largo.
Al rato, cuando todos se hallaban a bordo, los tripulantes de la Comet se enteraron de los tres naufragios de la Mermaid, los dos de la Swiftsure y el de la Governor Ready e hicieron -y nadie trató de disimular-, muy visibles gestos de desagrado.
Más tarde, al calor de los cuentos, corrió el rumor de que en la Mermaid viajaba un nuevo Jonás.
Debido a ello, los marineros estuvieron varias veces a punto de lanzar al agua a algunos de los miembros de la primera y más veces zozobrada tripulación.
La inusitada situación provocó un pánico paranoide que, esa noche, iluminada por los mil millones de brillantes que refulgen en el firmamento, se hizo casi insostenible.
Fue necesario que los cuatro capitanes apaciguasen los ánimos, para que las respectivas tripulaciones se retirasen a dormir.

X

El Comet viajaba hacia el Este, por lo que cinco días después del tercer rescate se hallaba bastante alejado del escenario de los anteriores desastres y a mitad de camino hacia Sydney, el lugar al que se dirigía.
La convivencia de esas ciento veinte horas disipó un tanto las mutuas desconfianzas.
Ya se hablaba de una celebración conjunta al arribar al puerto, en la que no quedaría una prostituta sin recibir el homenaje de, al menos, un marinero.
Sin embargo, en cuestión de horas, el cielo se cubrió de nubes oscuras y amenazantes.
La tormenta no se desató hasta media tarde pero, eso sí, lo hizo con tal violencia que se partió el mástil, se rasgaron las velas y se desprendió el timón del Comet.
Entre maldiciones y blasfemias, los del guardacostas lanzaron al agua el único bote salvavidas de a bordo y lo ocuparon íntegramente, en tanto los náufragos de las otras tres embarcaciones se aglomeraron de nuevo en los botes del Governor Ready y sobre algunos restos del Comet.
En esta ocasión, estuvieron dieciocho horas en el agua, las tres últimas asediados por un grupo de tiburones.
A patadas, golpes de remo y gritos mantuvieron a raya a los escualos, hasta que apareció el paquebote Júpiter y los recogió.
Asombrosamente, tampoco faltaba ni estaba herido de consideración ninguno de los marineros.

XI

Nunca un barco había transportado un cargamento humano semejante, compuesto por individuos que parecían transmitir una especie de virus del naufragio que, como era de esperarse, también fue contagiado al Júpiter.
Al segundo día de camino, el paquebote chocó contra un arrecife y se hundió.
Pero la multitud de náufragos no duró ni una hora en el mar, pues la colisión había sido presenciada desde el barco inglés de pasajeros City of Leeds, el cual recibió en su cubierta a las cinco tripulaciones y -¡al fin!-, las trasladó completas y salvas hasta Sydney.
Hasta este punto, los hechos pueden simbolizarse como una secuencia de espejos, la imagen física del eco, el ir y venir monótono de las olas, la repetición matemática de las gotas de lluvia, la visión reiterativa de un mismo paisaje o el retorno permanente del día y de la noche.
Opina el escritor venezolano Luis Britto García que lo que hasta aquí se ha narrado y lo que aún falta tiene que ser real, porque sólo la vida elabora unos argumentos tan poco creíbles, que ni el peor dotado de los escritores se arriesgaría a idear.
Sin embargo, el relato no termina aquí y aún hubo otros acontecimientos singulares dignos de mención.

XII

Entre los pasajeros del City of Leeds, figuraba Sarah Richley, una sexagenaria con muy mala salud que había embarcado en Liverpool, esperando encontrar en Australia a su hijo Peter, huido de casa quince años atrás.
Según había averiguado, Peter se había enrolado en la Marina Real Inglesa y allí lo habían destinado al enorme país de los canguros.
En los tres lustros transcurridos hasta entonces, jamás recibió una carta ni la menor noticia suya y, como último recurso para dar con él, se le ocurrió transitar el mismo recorrido.
Mas, las pocas y débiles informaciones que logró reunir, desde la salida del barco hasta los días previos del arribo a Sydney, no hicieron otra cosa sino inocularle la idea de que a Peter le había sucedido algo grave.
En la Marina le habían dicho que, en efecto, su hijo había permanecido un tiempo en servicio, pero que, al cabo de un tiempo, se había retirado y nadie había vuelto a saber de él.
La desdicha postró de tal manera a Sarah Richley que, horas antes de arribar al puerto australiano, el doctor Thomas Sparks, médico de a bordo del City of Leeds, la desahució.
Sumida en un delirio angustioso, la señora Richley daba gritos en su camarote, llamando a su hijo, por lo que el doctor Sparks decidió aliviar su agonía.
Se le ocurrió buscar entre los marineros a alguno que se ajustase a la descripción del hijo que, en uno de los escasos momentos de lucidez de los últimos días, la enferma le había proporcionado. Tal descripción contenía más elementos imaginarios que reales, pues correspondía a la imagen que la madre se hacía de cómo era su hijo, luego de quince años de ausencia.
El médico recorrió la cubierta y las entrañas del barco y, tras observar a una docena de marinos cuyas características fisonómicas se adecuaban a las referidas por la inglesa, se decidió por uno de los marineros de las tripulaciones náufragas.
Éste tenía algo más de treinta años, el cabello castaño oscuro y los ojos azules.
Al enterarse del propósito y pese a las bromas de sus compañeros, no tuvo inconveniente en prestarse a la farsa alegando que, muy joven, él también se había fugado de su casa.
-¿Cómo se llama la señora y cómo debo llamarme yo? -inquirió, ya próximo a la puerta del camarote, donde se hallaba la enferma.
-Ah, perdone, olvidaba ese detalle -se excusó Sparks-: ella se llama Sarah Richley y nació en Yorkshire. Usted tiene que hacerse pasar por Peter Richley.
Ante el asombro del médico, el marino palideció y trastabilló.
-¡Es mi madre -balbuceó con un hilo de voz y aferrándose a uno de los brazos del médico-: yo soy Peter Richley!

XIII

Como corresponde a una historia con final feliz, la madre se recuperó en poco tiempo y, en compañía de su hijo y de la familia que éste había formado en Sydney, vivió otros veinte años*.

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*No crea que he dejado en el aire la relación entre los naufragios y el encuentro de Sarah con Peter Richley.
En efecto, como usted había sospechado, Peter formaba parte de la tripulación de la Mermaid. La vida ni siquiera eludió este detalle para que los hechos resultasen verosímiles.

Contra la literatura infantil

MIREYA TABUAS




A mi amigo Fedosy, que me pidió este sacrilegio

Cuando veo un diminutivo soy Herodes. Me gustaría asesinarlo, retorcerle el pescuezo, desmembrarle el ito que le sobra, destripárselo, extirpárselo, hacerlo trizas. Lo mismo me sucede cuando veo un arcoiris que danza (porque los arcoiris nunca faltan), un conejo que canta, una mariposa enamorada de la luna (porque la luna nunca falta), un ratón encorbatado. Todos. Todos al crematorio.

De la literatura infantil se duda que sea literatura. Y muchas veces con razón. Y cuando se refiere a ella con el sustantivo literatura, pues se acompaña siempre además –inevitablemente, compasivamente- con el adjetivo infantil, como para aclarar, como para distinguir, como para nivelar –o desnivelar-, como para sacudírsela, pues. Para marcarla. De esta línea no pasas. Nosotros aquí. Ustedes por allá.

A la literatura infantil se le ponen además, como añadidura, como deslave, el sagrado deber de educar, orientar, qué se yo, llevar al niño por el camino de un bien que el adulto cree necesario. Es entonces cómo, antes que poetas o escritores, los primeros jurados –una suerte de filtro- que tienen casi todos los concursos literarios internacionales de esa categoría son un grupo de docentes –bien derechitos ellos, con lupas-, filtrando marranadas, filtrando la palabra “culo”, que está mal dicha en un cuento, aunque los niños la digan en el recreo, filtrando dudas, tristezas, extravíos, filtrando lo que ellos creen que los niños no van a entender, adultos limitados de infancia. Los niños siguen siendo, para la mayoría de las editoriales, pulcros alumnitos sentados en primera fila. Y si no lo son –porque seguramente no lo son los hijos de los editores- pues entonces hay que llevarlos por el carril con las letras. O disfrazarlos –es más fácil- de animalitos que cantan en el bosque, de monigotes sin vida real, sin calle, sin acera, sin apartamentico de 50 metros cuadrados. O también, otra aberración –que además incluye otra variante: el no pago de derechos de autor- está el facilismo de agarrar los relatos indígenas y “limpiarlos” de impurezas que alguien delimitó así y lanzarlos asépticos, esterilizados, desinfectados al mercado. Eso sí, con muchos dibujos, con tapa dura, a todo color. Porque hay quien dice que hay que hacer los libros para los papás que los compran, para los colegios que los ponen en la lista de útiles escolares, para el Ministerio de Educación que los exige en el programa escolar. No para los niños. Para los niños nunca.
¿Y de qué hablan los niños en el recreo? ¿Qué miran por Internet? ¿Qué ven en la televisión? Los niños hablan de violencia y hablan de sexo y se cuentan historias de terror y hablan de rabias y hablan de dolores y hablan de los divorcios de sus padres y hablan de las tetas de silicona de sus madres y de la muerte de los abuelos. Sí. Hablan de eso. Ah, y de política. Que si Chávez. Que si las ocho estrellas. Y ven en Internet páginas pornográficas, porque las ven, y juegan Counter Strike donde destripan a cuchilladas o muelen a balazos al enemigo. Y ven las películas de los canales de cable, incluso esos canales que los padres aseguran con claves siempre fáciles de descubrir. Ese es su mundo. Y mientras, mientras, la literatura infantil les dice lerolero, la fiesta de los ositos panda, el baile de los hipopotamitos, la princesa y el rey. Cuando en este país ni hay ositos panda, ni hipopotamitos, ni princesitas, ni reyecitos, ni un carajo.
Y después los papás se quejan: Es que le compré un librito precioso, puras maripositas de colores y el carajito ni se lo leyó. Los niños de ahora no leen, culpa de la televisión. Mejor le compro un nintendo, qué voy a hacer.
Creo que la literatura es un espacio para la representación, la ficcionalización, la revelación del sí mismo, para lo lúdico y también para lo doloroso, para el miedo, para la felicidad y la infelicidad. Para la vida. Incluso para la muerte. Y un libro es para tenerlo al lado, para que sea tu pana. Creo que bajo esos parámetros debe verse la literatura infantil. No es que ahora vamos a lanzarles un Counter Strike en cuatro tomos o una página porno versión papel. No es eso –así me reducirán los más conservadores, he ahí la perversa que quiere malograr a los carajitos-. No. El caso es que hay que pensar que ésos –los chamos que se ladillan un domingo porque tienen que ir a casa de la tía- son los niños que quieren leer y para que los libros los sientan como parte de ellos deben acompañarlos en el mundo en el que viven, deben ser sus cómplices. ¿Qué buscan los niños en Internet, la televisión, el recreo? Compartir con sus pares, en primer lugar; reírse (aman el humor, aman el doble sentido); entender (por eso el interés por la sexualidad); asustarse (les encanta una película de miedo); querer y ser queridos –gustar y ser gustados-; sentir el placer de la aventura y el riesgo (por eso el regusto por la violencia); enfrentarse a un sonido que les acecha, que oyen en los pasillos, en la cocina, a escondidas, ese rumor de la muerte. Son y quieren ser seres humanos completos y complejos, como somos los adultos. Con contradicciones, con peos.
Por eso yo digo. No escribo literatura infantil. Estoy en su contra. No me pidan diminutivos ni frases cortas ni lunas niñas que van al encuentro de nubes que han caído en el río. Yo escribo. Y tengo la suerte, la magnífica suerte, de que los niños me leen. Y que se enrojecen, se entristecen o se cagan de la risa con mis cosas. Gracias.

Marzo 2006

ZUPLEMENTO, el zuplemento vitamínico venezolano del cómic

La noticia llegó por un conocido en común. Y es que la gente sí que es chismosa, caraj. Al parecer unos chamos estaban haciendo una nueva revista de cómics e ilustración intitulada ZUPLEMENTO, y ya iban para el segundo número (todo un milagro). De esta parte, hubo añoranza por la añeja Clips de los ochenta, un cortocircuito de rebeldía, unas ganas de salir corriendo y de propinarle un martillazo a alguien, porque sí, porque el mal es lo que paga. Pero al final, tanta maldad no nos cabe en el pecho, y se vuelve a lo de siempre, a caminar con las manos en los bolsillos y a tener pensamientos tales como: “hagámosle una entrevista a estos chicos”.

Visitada la dirección WEB (http://www.zuplemento.com/), el correo no se hizo esperar. Como los muchachos también ofrecen llevarte la revista a tu casa o a tu trabajo, se les solicitó un par de revisticas del primer número (un buen cepo, ¿no?), y se les propuso la entrevista. Hubo respuesta, la revista estuvo en nuestras manos directamente entregada por Sergio, editor de la revista, y de quien no vamos a hablar porque sabemos que desea permanecer sumido en las brumas del misterio. A los pocos días de revisar el ejemplar, enviamos la entrevista vía correo electrónico, y luego de un largo suspenso que nos causó preocupación, un día recibimos un reply con las respuestas. Irreverencia, humor y mucha maldad de la sabrosa destilan estos muchachos en la entrevista y en su revista.

Zuplemento, sin duda, vale más de lo que cuesta. Papel de calidad, buenas ilustraciones, historias sin concesiones forjadas por almas rebeldes y desenfadadas. Esfuerzos como estos vale la pena darles un espaldarazo. Bien, panitas, larga vida y duro contra los malos. Y mucha vitamina, que la vaina no es fácil.

Aquí les va lo que los muchachos respondieron. Sin duda se divirtieron, y nosotros, leyendo la revista y sus respuestas también.

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1) ¿Quiénes son los perpetradores detrás de la revista Zuplemento?

Centenares de reos de una prisión de alta seguridad, ubicada en Caracas, se enfrentaron a los guardias y, tras incendiar colchones y levantar barricadas en el bloque dos de la penitenciaría, los revoltosos lograron escapar del recinto.

El incidente comenzó cuando los prisioneros se negaron a vivir en un país en donde la producción nacional de cómics carece de un mínimo de calidad.

Un alto funcionario, que prefirió el anonimato, acusó al reo Sergio Almendro, de incitar a los otros a que lo siguieran en su cruzada. “El asesino múltiple Miguel Salguero y el médico caníbal Florencio Quintero son los otros criminales que lo secundaron en su tarea”, puntualizó; pero los rumores dicen que detrás del escape se encuentran otros ayudantes (para más detalles pueden revisar los ejemplares de la revista Zuplemento)

Fuerzas de la OTAN, apoyadas con vehículos blindados y acompañados por una delegación del Ministerio de Justicia, se encuentran actualmente en la búsqueda de estas brillantes mentes criminales, quienes presuntamente poseen nexos con los talibanes.

2) ¿Qué los llevó a hacer una revista de cómics en una Venezuela donde sólo parece que importaran los rastacuerismos políticos o la telenovela del mediodía?

Una noche nos encontrábamos viendo “Betty, la fea” cuando Nicolás Mora, uno de los personajes de la novela, tenía bajo el brazo derecho un revistita con dibujos y, en vista que nuestras aspiraciones políticas no parecían tener mucho futuro en ese entonces, se nos ocurrió hacer una de esas cosas con comiquitas, rastacuerísticamente por supuesto.

3) Notamos que la revista está hecha por gente muy joven y de hecho, parece dirigida a gente también joven. ¿Es ese el público que buscan o su meta es ir abriendo puertas a colaboradores de más edad y a un público más amplio?

Gracias por lo de jóvenes, lo tomaremos como un cumplido, la verdad nos cuidamos bastante, poco sol, 8 vasos de agua al día, dietas balanceadas y ejercicio.

Estamos concientes que el público del cómic es reducido, pero por supuesto la idea es llegar a mayor cantidad de gente posible, sin importar que edad tengan. Por ejemplo, en estos momentos estamos esperando un cómic escrito y dibujado por Rafael Caldera, esperemos que lo termine rápido antes que estire la pata.

Las puertas para cualquier colaborador están abiertas, no importa la edad, credo, tendencias sexuales, problemas de drogas, pipirichos pequeños, tetas caídas, totonas secas, todos son bienvenidos al mundo Zuplemento.

4) ¿A qué altura está el trabajo del cómic en Venezuela?

A la altura de Nelson de la Rosa.

5) ¿Para ustedes, quiénes son los grandes del cómic mundial y por qué?

Moebius: porque salió en Zuplemento #1

Will Eisner: porque murió recientemente

Kaluta: porque hizo las portadas de los tributos a Black Sabbath

Hugo Pratt: porque va a salir en Zuplemento #2

Milo Manara: porque lo reseñaron en el fabuloso blog de los hermanos Chang

Pepo: ¿Quién no se ha sentado a cagar acompañado de Condorito?

R. Crumb: porque sí
Matt Groening: porque es el hijo de Stephen King y Francis Ford Coppola

Sergio Aragonés: porque se llama Sergio

6) Vemos que en el primer número sacaron un trabajo sobre Leoncio Martínez, ¿piensan seguir difundiendo la labor de los maestros del humorismo gráfico venezolano?

Sí, y esperamos que algunos años alguien haga lo mismo con Zuplemento y nos reconozcan como los “supergenios más grandes de la Galaxia”, y no simplemente como “maestros”

Como adelanto en exclusiva para el Taller de los Hermanos Chang, informamos que en el Zuplemento #2 se incluye un trabajo sobre el Morrocoy Azul.

(Estos antiguos proyectos venezolanos ven cabida en la categoría ZupCultura, una de las de mayor peso en la revista)

7) También sacaron un trabajo sobre el gran Moebius. Así que la pregunta no se hace esperar: ¿Con qué se quedan? ¿Con el cómic americano, con el europeo o con el japonés?

Ze: Con el independiente: americano, argentino, español, etc. Independiente. El que tenga dibujitos finos
Mk: Americano

FL: Europeo

AL: Europeo

DB: Americano

Carlos Baute: yo me quedo con Zuplemento por que yo soy optimista

8) ¿Si tuvieran que leer Zuplemento acompañados de música, con qué tipo de música lo harían?

Mientras respondíamos esta encuesta hemos escuchado Led Zeppelin y Black Sabbath, lástima que no hayan preguntado eso.

Imaginamos que Zuplemento puede ser leída acompañada de cualquier fondo musical, aunque “Píntame” de Elvis Crespo podría ser bastante apropiada. Otra idea es colocar simultáneamente el álbum “Dark side of the Moon” de Pink Floyd mientras leen Zuplemento, de esta manera encontrarán coincidencias bastante asombrosas.

9) ¿Qué debe mejorar de la revista para los próximos números?

Sería interesante que la gente se anime a hacer cómics, de esa manera tendremos mayor variedad. Lo otro es que esperamos que la gente que compre la revista sea bonita.

10) ¿Sobrevivirán?

Esperamos seguir contando con el apoyo del público, de ser así nos unimos al canto de Destiny`s Childs

“I'm a survivor (What?)

I'm not gon give up (What?)

I'm not gon stop (What?)

I'm gon work harder (What?)

I'm a survivor (What?)

I'm gonna make it (What?)

I will survive (What?)

Keep on survivin' (What?)”

Aportes De Rocco Siffredi A La Pornografía

JOAQUÍN ORTEGA


* Combinación del vestuario con el condón.

* Creador -si no perfeccionador- de las "guevotadas": cachetadas con el miembro viril en la cara de las actrices.

* Sumergida de cara de la actriz, unida a la bajada de poceta inmediatamamente después.

* Narración sin cortes ni ediciones. Tal vez Rocco ha generado los segundos aires más memorables de la pornografía contemporánea. El período refractario para la nueva erección y a veces el mantenimiento de la misma -por minutos que para sus co-estrellas deben parecer horas- es un elemento a discutir en torno a su filmografía.

* Precursor de tomas –zoom in- de la distensiones vaginales y anales: esto ha afectado la obra tanto de profesionales como de amateurs –recordemos las tomas de Roxana Díaz y Jorge… –no sé por qué siempre olvido su apellido- ¡ah… Reyes es que se apellida el infeliz!

* Tapada de nariz de la actriz durante la felación. La ahogada, la tosida y el buche de baba generan imágenes dignas de la "plasticidad alien" originada en el cine fantástico italiano y popularizado luego en las producciones de Roger Corman.

* Escupir el miembro de compañeros masculinos mientras las estrellas femeninas entrompan el felatio -no es algo que agrade visualmente, pero pudiera entenderse como una antigua forma romana de compañerismo-

* Para gusto de los metrosexuales a Rocco le aplican el anilingus masculino, además del dedo en el recto. Para muchos, Rocco rompe con el machismo y se deja gozar por sus actrices mostrando una seria disposición al igualitarismo en las relaciones entre géneros. Si les soy sincero "allá el que se deje".

* Propulsor del "ass to mouth" en los menage a tróis.

Si a alguien se la ocurre algo más, pues bienvenido sea.

Por la calles del Sur

(HAZ CLICK SOBRE LA FOTO PARA AGRANDARLA)



Autor: gabi valladares o.
Título: las rusas
Año: 2005

Autor: gabi valladares o.
Título: los colgados
Año: 2005



Autor: gabi valladares o.
Título: liliana
Año: 2005



Autor: gabi valladares o.
Título: la mistress
Año: 2005

Autor: gabi valladares o.
Título: la infidelidad
Año: 2005



Autor: gabi valladares o.
Título: el amorT
Año: 2005

Larga vida a Ranxerox

JOSÉ URRIOLA C.


Los amigos de Lubna -Lolita romana finisecular adicta al sexo y a los alcaloides- le han regalado de cumpleaños un cyborg. El tipo es el resultado de una masa enorme de músculos diseñados en laboratorios de biogenética a la que han acoplado el cerebro electrónico de la una fotocopiadora Xerox de última generación. De allí el nombre de RanXerox.

Pero a Lubna el pobre Ranx le parece muy buenote, demasiado pendejo, con esa fidelidad canina que a ella tanto obstina. El tipo no es que folle mal, se podría decir a su favor que inclusive lo hace sin pausa y con pleno dominio de la mecánica; pero le falta un no sé qué, que podemos resumir en “maldad”. Así que la nínfula pide a los amigos que le revolucionen la máquina al robot para que se ponga más pilas, más perverso, un poco más cruel. Y de tanto jurungarle el cerebro positrónico a este neo-Frankenstein se les ha pasado la mano con el chip que controla la agresividad, lo han dejado convertido en un cyborg hiperviolento que vomita odio por el mundo y sólo tiene sentimientos para amar a su joven ama de doce añitos.

Sin embargo, Lubna -la insatisfecha, la adicta, la infiel, la mujercita malvada que no se sacia con nada y no se apega jamás a nadie-, se sigue aburriendo de lo lindo con Ranx. Lo tiene condenado a una huelga de piernas cruzadas: “Mientras no me consigas heroína de la buena, no hay sexo, Ranx”. Y al pobre se le van marchitando los circuitos, se le van enchumbando las resistencias con la leche rancia, los músculos se le van atrofiando con aceites grumosos. Se muere del insomnio y no importan cuántas millones de ovejas eléctricas cuente, ese androide nada que duerme. Incluso está sentenciado a recibir en su pocilga romana, a la que su dueña lo ha dejado confinado, cintas de video que Lubna –tan gentil, tan dulcita- le hace llegar por correo, y donde se ha preocupado por filmar con detalle pornográfico sus encuentros sexuales con cierto afectadísimo nipo-germano de 16 años, bueno para nada, hijo de diplomáticos, demasiado preocupado por combinarse el calzoncillo hilo dental con el albornoz y con el tinte del pelo.

El pobre Ranxerox se masturba con impotencia frente a la pantalla, se le detonan los cortocircuitos con los celos, con la frustración de ver lo pipa que se lo pasa Lubna empalada sobre el delgado pene de otro. Otro de carne y hueso, menos dotado que Ranxerox, pero definitivamente con otra maldad.

La heroína, Ranx, la heroína o el colapso. No heroína, no Lubna, no sexo. Y no más Ranxerox.

Y la heroína, de la buena buena, la que le gusta a Lubna, hay que buscarla con Carmencita. “La hermanita del asesino”, la chiquitita de 3 años y medio, que habla muy bien para su edad, pero que pega mejor. Que utiliza la navaja mejor aún. Que tiene los amiguitos contemporáneos que disparan ácido a la cara con sus pistolitas de agua. Carmencita, la pequeña emperatriz que siembra el pánico con su pandilla de niños crueles. Y que sabe exactamente a qué camello acudir y cómo pagarle –o pegarle, según convenga-. Para cualquier otro inconveniente está bien dispuesto el buen Ranx, a molerle la cara a alguien contra un ventilador de aspas metálicas, a aplastarle el cráneo con sus propias manos a algún adolescente impertinente, a patear mandíbulas con sus botas de punkie con punta de acero.

Es que en este mundo podrido Ranx es el único que actúa en defensa propia, el único que tiene –aunque sea equivocado- un ideal.

El argumento de esta historia, tan brutal como la manera misma en la que está pintada, es producto de los italianos Gaetano “Tanino” Liberatore (ilustraciones) y Stefano Tamburini (guión). Responsables de haber creado a principios de los 80 el cómic “RanXerox”, dieron rienda suelta a uno de los antihéroes más rudos e incómodos de la historia. Pero también uno de los robots más conmovedores jamás; curiosamente, uno de los más humanos y entrañables. Ingeniaron al gran Rank Xerox –como originalmente lo bautizaron-, y lo pusieron a sembrar el caos por las apocalípticas Roma y Nueva York de un futuro espeluznante, aún más decadente de lo que llegaría a ser. Se alimentaron del cyberpunk de William Gibson, combinándolo con siniestras pinceladas de drogas, sexo lacerante y carnes mordidas por el metal y el vidrio a lo James C. Ballard (valga la acotación de que Ranxerox exclama: ¡Por Ballard! En esos instantes cuando el resto de los mortales diría: ¡Por Dios!). También se sumergieron en ese pánico de identidades perdidas que se disuelven en la confusión que tanto caracterizó a Philip K. Dick; pescaron los peces mutantes de esa diatriba que se plantea al enfrentar a la humanidad estupidizada con una máquina mucho más noble que ella; pero sobre todo, Tamburini y Liberatore son creadores de algo nuevo. Algo que produce idéntico placer como culpa. Que emociona tanto como angustia. Uno tiene la sensación, al pasearse por esas hojas de los tres frenéticos fascículos que llegaría a tener RanXerox, de volver a ser un niño que está haciendo algo malo. Algo excitante y prohibido que sólo se hace a puerta cerrada, en silencio, a esa hora en la que se sabe que nadie en casa nos va a interrumpir. La fascinación del fetiche que merece ser compartido sólo por unos pocos muy selectos.

Stefano Tamburini, el padre de la criatura –podríamos decir que el cerebro y el corazón, porque la piel se la dio Liberatore-, moriría de una sobredosis de heroína en 1986. Uno llega a pensar que no podía, ni querría, morir de otra manera. Ni siquiera había podido terminar la tercera entrega de la trilogía de Ranx, que se llamaría “Amén” y cuya culminación estaría a cargo del francés Chabat. Casi toda su obra, así como las colaboraciones que realizó con otros artistas, fueron reeditadas gracias al empeño de Gaetano Liberatore (cuentan que le costó un mundo conseguirlo pues ningún editor quería meterse en semejante embrollo). Lo hizo como un homenaje postmorten a un genio prácticamente olvidado al que deberíamos rescatar del fondo de nuestras gavetas, sacudirle el polvo y rendirle culto: Larga vida Sr. Tamburini, y Dios salve a Ranxerox.

P.S:
Las obras de Tamburini y Liberatore están editadas en castellano por ediciones La Cúpula:
Ranx 1 En Nueva York.
Ranx 2 Feliz cumpleaños Lubna
Ranx 3: Amén.
Etiqueta negra (Liberatore)
Video Clips (Liberatore)

Grandes noticias del showbizzzz


Por fuentes confidenciales, nos enteramos que Robert Rodriguez, ese director tan exitoso y locote, está en conversaciones con el cantante venezolano Trino Mora para convertirlo en el próximo protagonista de su más reciente película, inspirada en el legendario personaje Ranxerox. ¡Más nada, Trino!

Segunda lista de títulos

ROBERTO ECHETO

1) Con los chinos nada es casualidad
2) La graduación del mentalista
3) Se ve que están teniendo sexo
4) Black vitiligo
5) Al culo no le queda rosca
6) El hombre de Las Mesitas en interiores
7) Hay que tener cuidado con los culos ricos de hace diez años
8) Un mamagüevo con bocio
9) Ese es un buen nombre para un negro
10) Todo título con pelo es bueno
11) Babosa de bola
12) Lo mudo tiene espacio en todas partes
13) El mundo se ha morrocoyizado
14) Culo pelao en el Ping Ying
15) Boca de judo
16) Los pelos están unidos por arriba
17) No hay cuca que pague eso
18) Otro golpe para las putas
19) El Ministerio del Destino
20) O el loro o yo
21) Lo malo es que es DJ
22) Los hechos son cachetadas
23) La mierda en el jabón
24) Me sale pasticho
25) No sé si es panlesbiana
26) El hígado de Anita
27) Yo quiero ir a una boda donde nadie me hable
28) A mí lo árabe sólo me gusta para comer
29) Las payasas lesbianas del Rigling
30) Lo que antes hacía en NY ahora lo hace en El Cementerio
31) Un minuto sin plomo
32) La camisa del buho
33) Meñique frito
34) Licenciada Bistec
35) Ogros modestos
36) Una chuleta participativa
37) El ladrón de quesos de vernisage
38) Un duende llamado Michael
39) Con 3 Nines en la ONU produces una guerra nuclear en el Medio Oriente
40) Una mujer en estado es un camionero
41) A Joaquín hay que moderarle las discotecas
42) Uno dirá mamagüevos, pero con canas
43) Una seccion que se llame «mamagüeveando»
44) Nueve niñitos coñaceados
45) Se jodieron los Madariagas
46) Si me llama Eric Clapton, díganle que no estoy
47) Gordita brazo peludo
48) El niño negro de Madrid
49) Tiene pedigrí en brutalidad
50) Las dos italianas
51) Mi ración de gordos
52) Los abuelos no se deben morir
53) Hoy en día los culillos no sirven para nada
54) Esa perra no sabe escribir
55) Viéndole las bolas a alguien
56) Las italianas no defraudan
57) Una tarde entera tragando carne
58) Festival de dendritas
59) Aveztruceando
60) Moco y lágrimas
61) Todos tenemos nuestra Irene
62) El papá de los escépticos
63) Gisela sabrá
64) La gastritis es un mal de treintañero
65) Dibujar lesbianas me relaja
66) Te acompaño en la pava
67) El pequeño poseído
68) Armado para tripear
69) Placer pelado
70) Los forenses pervertidos
71) Mañana es domingo otra vez
72) Tetas impostoras
73) Enrique educando con enanos
74) Así no hay poceta que aguante
75) De peorrera para arriba
76) ¿Sabes lo que es vivir sin comer queso?
77) El pulgar inexistente
78) Después la inmortalidad no interesa
79) Todo el mundo tiene un muerto a quien querer
80) Ese camión de cochinos viene directo para acá
81) El enano nuclear
82) Ancas papeadas
83) Teñido de fantasmas
84) Científicos de clóset
85) El amor es invisible
86) El autoengaño es un objeto
87) Los escépticos no se divierten
88) Del cojo y Maya
89) Es mucho museo para un niño
90) Seis días de imbecilidad
91) Ya basta de tanta autocombustión
92) Interfase cerebral
93) Literalmente por marico
94) Los barberos de Macedonia
95) Cachapa’s tires
96) Una oveja con opiniones
97) Yo quiero libros que pesen mucho
98) Supongo que eso no era puro baile
99) Gracias a Dios que uno dibuja
100) Lisiados verbales
101) Batuqueo lésbico
102) Ayer vi mi muerte cerebral 3 o 4 veces
103) El grande tenía pedazos de gente dentro
104) Yo dormí bien, pero debe ser por la cerveza
105) En Venezuela no hay cunas viejas
106) Ya estamos creciditos para no tener a nadie que nos quiera pegar
107) Para terminar con el culo enrollado
108) Tenía un nudista en la cabeza
109) Si todavía fuera para ser físico
110) Demasiado plomo
111) Hay que acabar con eso, y con el hip hop
112) Ya ni se le podrá decir «portu» a un portugués
113) Sí, pero no te preocupes, que seguro su culo se vengó
114) Cuando te hagas tu primer tatuaje
115) Ratas en la niebla
116) Su acostumbrado show del vino
117) Cordero con aire acondicionado
118) El espíritu no se cura con cirugía
119) No me dan ganas de dibujar hormigas con maletas
120) La letra del carnicero
121) Hablar con mujeres solteras es como hablar con adictos
122) Aquí se comieron el atún
123) No lo aceptaron porque no es jeva ni tetón
124) Faltan 10 minutos para el pollo
125) Verbo de jurado
126) Un harén de gordas
127) Las dantas me ponen místico
128) Las bruticas tienen éxito en la farándula
129) Aquí abundan los bolañeros
130) Venezuela es una nada con buen clima
131) Pero Tita es otra cosa
132) Gotas de vitriolo para el alma
133) Maldito chingo
134) Los gigantes se mueren más que los enanos
136) Aprendiendo del aguacate
137) Si no fuera por la cangrejera, Alida no sería nadie
138) Los sordos sí hablamos
139) Ladra Queen
140) Mar de ratas
141) A la felicidad le salen pelos
142) Durero duerme aquí
143) Mi perra y yo
144) Pelusas digitales
145) Yo no opino nada porque temo tener la razón
146) La Biblia de los hoteles
147) Un hombre que segrega quimioterapia
148) Tetas al aire y sus amigos
149) Las batatas de Espido Freire
150) Las paredes muertas
151) La destrucción de los pollos
152) El agavillamiento es libre
153) Es que aquí hay mucho escritor
154) Susana lo que tiene es un semiculo
155) "Etcéteta" es una bella palabra
156) Rescatemos «cagante»
157) Se convirtió en María Eugenia
158) El hombre que le pone nombre a sus corbatas
159) Odio recoger muestras de heces
160) Todas las cosas que vuelan me dan miedo
161) Los que anuncian niñas perdidas en la playa
162) Si llega la solución, se vuelve loca
162) Ninguna mujer se harta de tirar con tíos macizos
163) Kínder «Las Jicoteítas»
164) Es un ligón con chanclas
165) Los dientes de Casanova
166) Hablas más que una canción de Barry White
167) Los andaluces son amigos entre ellos
168) Las vacas sagradas mueven la cola como el bigote
169) Acabas de invocar una peste
170) Yo no pago droga
171) Cambio novela por mamaíta
172) Aedo era aedo
173) Esas son ricas acostadas
174) La editorial tigre
175) El sátiro de Valera maltrata sin querer
176) Navego antes de irme
177) Thor es venezolano
178) El último lanchón
179) El reino de las cuquitas
180) Que me bote mañana
181) Santana sólo es para fumar monte
182) Son sus histerias de los sabados
183) El billete de los Bee Gees
184) Gustavito esté estructuralmente bueno
185) ¡Greguerías güevo!
186) Creo que tiene mucho labio
187) Ese gordo no sabe lo que es la palabra contento
188) Te oigo con masturbación
189) ¿Y le echaste güevo?
190) El Tamino de Valera
191) Terminó cuidando homo-patiquines
192) El ojo de Morgan Freeman
193) Cáncer o algo peor
194) Yo corro detrás de los toros
195) El mercado es para las moscas
196) La vacuna contra la nostalgia
197) Moda haitiana
198) ¿Tú cupiste en un Mini Cooper?
199) Gracias a Dios por las tetas
200) Amabilidad de almorrana
201) Ya le cabe
202) Yo tuve mi época de cachaperas
203) Mi colección de tiros en la garganta
204) La autenticación de la miseria
205) El azote de Chacao
206) Una libra de tasajo
207) Un piso de dos pisos
208) Abre la boca, Roberto
209) Ahíto de ella
210) Tu laconismo me confunde
211) Picasso tenía 18 millones de bolas
212) Las cholas cruzadas
213) El bombillo arquetípico
214) Siempre quieren un dildo humano
215) Ese queso no dura mucho
216) Se la dejo a Homer
217) Bombillos portugueses
218) La gente que no se baña tiene suerte
219) Desayuno con Balza
220) El hampa negra
221) Hoy se me ocurrieron 5 echetos magistrales
222) Hasta compartimos una malta en la cena
223) Yo tambien comí chino
224) No te preocupes; esos vuelven solos
225) Babysitter y alcohólica
226) Por eso yo no tuve hermana
227) En la edición está el título
228) Le falta algo para que sea griego
229) Si es por mono, yo prefiero a King Kong
230) Esas nalgas se acabaron
231) Somos ricos en Loros y no lo sabemos
232) Vamos a ver si la acidez nos deja dormir
233) Hoy amanecí con un odio moderado
234) Y del novio de Vanessa también
235) La correa de Jim Morrison
236) Un peo que huele a Merthiolate
237) Lo dejó con los ojos blancos
238) Yo no veo pollos aquí
239) La pena del historiador
240) Luz de antro
241) La kriptonita del aburrimiento
242) Ácido clorhídrico para el alma
243) Indio mechudo
244) Se fue sin dejar olor
245) Aliento de mosca
246) La palabra «tribu» no queda bien en ningún título
247) Insigne culómano y tetómano pertinaz
248) Amor japonés
249) El malandro rosadito
250) Ese es el destino de toda vedette
251) Se sacó la paloma en la oficina
252) La mamá del niño despeinado
253) Manual de cocina lésbico-terrícola
254) Mohín de peo negro
255) Martha en su taller rosado
256) La captura de la papa frita
257) Luz seráfica
258) La niña guarura y su delirio arquitectónico
259) Aguja perpetua
260) Todo se pone blandito a esta hora
261) Tetas parnasianas
262) Aparte de hediondo
253) Una ración de plomo para mi país
254) El cigarro mató la saliva
255) Los tacones son más baratos que el aire acondicionado
256) Todos los chinos tienen patente de licor
257) El café circular
258) ¡Qué Jesús ni qué Jesús!
259) Nevera con artritis
260) Y a los gatos también
261) Amor prognato
262) El mamotreto para el whisky
263) Se me agotó el autoinsuflaje
264) Ese fue otro que engordó
265) El Billy Idol de Los Teques
266) Véngache con papá
267) Tarajallo de dientes pequeños
268) Monterroso y su dinosaurio de mierda
269) Indigestión de lágrimas
270) Al negro se lo llevaron en nuestras narices
271) Grosería sincrónica
272) Tomando limocello con las putas
273) Las bolas del pediatra
274) La plastilina sangrienta
275) Me sale Rossini
276) Y la gordita de esta mañana también
277) La papada de Elvis
278) Ni que fuera de bronce
279) Mugre médica
279) Tú te comes eso y te dan aureola de una vez
280) Es parte de la discoteca
281) Lo bueno de meditar es que uno siempre termina masturbándose
282) Burdelero con solfeo
283) Nadie estornuda como mi papá
284) El segundo show de la pega
285) Yo no quiero mármol
286) Unas tetas para Mariana
287) Ayer maté two birds with the same disparo
288) Y la farándula pasa la factura
289) Y eso que no he consumido perico
290) Paperas de diamante
291) Un hombre de verdad no aprende a manejar en autoescuelas
292) Retrato de papeado con chihuahua
293) Diafragma chorreado
294) El betamax de Bruce Lee
295) ¿Qué pasó con las indias tetas peladas?
296) Ponqué de marico
297) Los papeados ya no están de moda
298) Rompe cuca
299) La niña vio al alacrán oxidado
300) Su columna es un culo
301) Puro vino y Valium
302) Sin querer es que salen mejor
303) Ratón de fiesta ajena
304) El poder educativo de la nalgada
305) Los comedores de atún
306) Inmortales y malagradecidas como las cucarachas
307) Cuando me quitaron el tetero
308) Tira más que Espartaco
309) En Bolivia no usan pospretéritos
310) Y Torres tampoco
311) El joven burócrata
312) Sobre todo tuerta
313) El rey de las cenas
314) La Estrategia Chirinos
315) Ya no hay ladrones exquisitos
316) El hombre tobogán
317) Me voy a verle el culo a María Antonieta
318) La diarrea de José Tadeo Monagas
319) Me gusta el canto del borracho
320) Apocalipsis de morcillas
321) Lentejas y meditación
322) El hipo de Pío XII
323) Las bicicletas son de palo
324) La hipófisis de Berlín
325) Hoy no pienso pasear al perrito
326) Yo no reconozco a esa cachapera
327) Eructo tras eructo
328) Con la perra en el medio
329) Ella es fanática de Jodo
330) Años viendo culos
331) Las perras que sólo aman a los extranjeros
332) Sobran semovientes
333) Mesonero de chistes
334) Ahí él deja la mariquera mentalista
335) Con eso rematamos
336) Helados serios
337) La plastilina sangrienta
338) Eyaculación de paracaidista
339) Estos carajitos no me dejan pensar
340) Los peos me persiguen
341) Agua de carnicero
342) Cuando no es la palanca, es el volante
343) Entre la maleta y el huesero
344) Diez años prestados
345) El restaurant del enano
346) Liberen a Sucre
347) El Cacique de Tuvalu
348) Aprieten a la tía
349) Curry y tarot
350) Bajó el cous cous
351) Sangriento como todo lo griego
352) El reggaetón les encanta a las gorditas
352) Hay que guardar la espuma para mejores lides
353) Babosería de maestros
354) Tetas alfabetizadoras
355) Gordo con párpados en las orejas
356) Sigan in that grass
357) El pornodiletante
358) Porque la abuela también deponía ahí
359) Prohibida la E
360) Los tres Juan Carlos
361) Tiroteo con quesillo
362) Se acabó el odio en mi vida
363) ¿Y para qué querrá un tubo el hombre yuca?
364) Dícelo a Chuchi
365) Hasta las chicharras nos han abandonado
366) Lo malo de los drogadictos es que sólo dejan de joder cuando se mueren
367) Cualquier cosa con nené es buena
368) De Corleone venimos y a Corleone vamos
369) En busca del tahúr perdido
370) Todas las profesiones tienen su Mozart
371) Soy una ametralladora
372) Pero esa teta se les va a acabar
373) Allá Hollywood con su mierda
374) Tirando en El Teide
375) El muñequito surfista
376) El coctel de la infelicidad
377) Tenía dudas sobre ese template
378) Sería mejor que no tuviera gorila
379) Tarde o temprano a uno también le pica
380) El acomodaíto
381) Yo mi masaje me lo doy en la ducha
382) El valor del pelo
383) A mí me gustan más los bares que la caña
384) Bolas inexpertas
385) El pan y la polvorosa
386) Osito es ternura
387) Mi amigo el bailarín
388) Como que los maricos son mejor compañía
389) Raymond me lo impidió
390) Los Pilates del amor
391) Es caro e involucra gorditos
392) Noruego de pie torcido
393) El peo de esta época es que cada día hay menos Dalís
394) Nadie dijo nada demasiado idiota
395) Con todo y culo
396) Amor séptico
397) A seguir aguantando hasta que haya chance de sacar a relucir otro laxante
398) Esta familia es tan arrecha que exporta suegras
399) Hobbies de Nueva Guinea
400) Las jevas y las inyectadoras
401) Romperás la barrera del absurdo
402) Y encima hay que quererlos
403) Aquí el coma emocional está estacionado
404) Esa chiripiolca se cura con teta y baño
405) Miao en la bañera
406) El carcelero de la hipófisis
407) De Merlín para acá, mago es mago
408) Más veneno para la familia venezolana
409) Cuando hables de Ron Jeremy, baja la testuz
410) Coles en la calle
411) Pobre perra
412) Yo no quiero ser Virgilio
413) Es increíble cómo hiede una vieja que no es de uno
414) Todo lo que sirva para chapear es bueno
415) Los peluquines de Sean Connery
416) Bolívar es odio
417) Parezco una cromagnona
418) Hugh Heffner es el Harpo del sexo
419) Yo les adjudico eso a que tienen puro número en la cabeza o a que tienen un huevo metido en el culo
420) Las piedras de las lesbianas
421) Periquita huele periquito
422) Uno siempre ha visto alegres a los Genovevos
423) Llegaron los chinos
424) Si lo alborotas, lo calmas
425) ¿Y ya la dio?
426) Cuando te la dé, me avisas
427) El vietnamita siempre tienta
428) Todo el mundo puede quedar con el subconsciente al desnudo
429) Necesitas cochino
430) Un amigo de otro reino
431) A la gente le encanta ungir
432) Medio descerebradas son mejores
433) La tribu de piedra
434) Intriga en el Peloponeso
435) Por los caminos del hip hop
436) ¿De dónde sale tanta gente con ganas de pelar el culo?
437) La bolañización de Federico
438) Todo el mundo tira a mis espaldas
439) El manager oficial de la miseria humana
440) Los leones siempre andan desnudos
441) Es la primera vez que mi perra duerme fuera del baño
442) La hora de los semovientes
443) Corky la plomera
444) Nadie descansa vestido
445) El malandro enamorado
446) Tan güevón como Dostoievski
447) Y le quedó el chichón al revés
448) Un Nerón para mi ciudad
449) La doctrina de la piedra
450) Rodrigo contra la teta
451) El ángel prognato
452) Cuando la rabia servía para algo
453) Mi papá jamás cambió un pañal
454) Yo quisiera ser pagano
455) Tenía días sin títulos
456) Salven al enano negro
457) Tienes un imán para los pelos
458) A mí me llega un español el domingo
459) Para ponerlo en la placa del carro
460) Un hombre que no llora es una bomba de tiempo
461) Mi entusiasmo se ha secado
462) Lidiando con el tigre de Marlene
463) Porque en esta vaina hay mucho turista
464) Mucho odio para esta hora
465) Vamos a ver qué explota mañana
466) Muerte en el Atlas
467) Por favor cuéntame más cuentos de enanitos negros
468) Debe ser que la cuca es filósofa
469) La familia siempre mama
470) Me cogí a una egiptóloga
471) Los elefantes de Clint Eastwood
472) Dos metáforas caníbales
473) Un friend más
474) Será que uno es africano y no lo sabe
475) Unos días le toca a la mierda y otros a Malidoma
476) La teoría del chivo
477) Peor que comer cocodrilo
478) Tres negros trabajando
479) Estuvimos aquí en la casa: tomando tetero, fumando y viendo pornos
480) Un cheque y un dolor de cabeza
481) Papá se va a vestir
482) Nadie le pide la cédula a los chinos
483) La teoría del cuarto lleno de basura
484) Clooney quiere ver cucas, no cuarticos llenos de basura
485) Si uno llora es un huevón
486) Los modales de Eto’o
487) Al final del camino siempre hay un curry esperando por ti
488) The first chicharrón
489) Botiquines sí, caña no
490) El fantasma de Stan Lee
491) Se otorgan créditos para ponerse tetas
492) ¡Verga, verga y mil veces verga!
493) El amputa-pollinas
494) La vida aquí no es nada más huevitos fritos en la mañana
495) Estoy demasiado viejo para comer queso crema a esta hora
496) Coño de su madre el negrito ése
497) Amor en el autolavado
498) El peo de Plutón
499) Por andar de caballeros, nos quedamos sin mesa
500) El dios de los enanos

Centella, el poderoso y justiciero

FEDOSY SANTAELLA


Ahí viene el Capitán Centella, montado en su monto sobre fondo sicodélico. Ahí viene el Capitán Centella, y el mundo cambia, se hace ancho y ajeno, y los malos tiemblan. Ahí viene el Capitán Centella, el poderoso, el justiciero.
Para cuando lo vi por primera vez, ya Centella era un tipo viejo. El escritor Yasunori Kawauchi le dio fecha de nacimiento televisiva en 1958. Entonces se le conoció bajo el imperio tokusatsu (si no me equivoco, Ultraman y Godizalla eran tokusatsu; ya saben, esos programas llenos de efectos especiales y figuras de animación suspendida). Pero como nosotros lo conocimos, por allá a finales de los años setenta y decada siguiente, fue en la forma de animé, en forma de “comiquita”. Así de sencillo, de “comiquita”, porque entonces no sabíamos de animés, ni tokusatsus, ni muchos menos de sushis y wakames.

Esta serie, cuya partida de nacimiento data de 1972, fue la que llegó a Venezuela y la que todos vimos, y por la que conocimos al gran Capitán Centella. Los que hoy lo descubren lo llaman Gekko Kamen, pero qué va, ese nombre no van con nosotros. El Capitán Centella es el Capitán Centella.

Nadie más que él nos enseñó lo que hoy, los papás de Joaquín y Rodrigo y otros tantos que no son papás, sabemos de la vida. Nadie más que él conformó nuestra psique y nos hizo comprender el dolor del mundo. Porque si algo tenía aquella serie, era dolor. Los personajes sufrían, y que jode.

Los malos sufrían, los buenos sufrían. Lo que hacía que los malos no fueran tan malos, y los buenos, fuesen más humanos. Pero claro, estamos hablando de los malos carne de cañón. Porque los malos de arriba, los malos malos, sólo sufrían cuando sus huestes eran derrotadas. Y no digamos sufrían, más bien se arrechaban. Dos de ellos eran supremos: la Garra de Satán y el Dr. Dogma. El primero, parecía ser el demonio mismo, enorme, oscuro, omnipresente; una fuerza saturniana y prediluviana. El segundo, el Dr. Dogma, un calvo oligofrénico, parche en el ojo y tatuaje de fuego en la frente (¿fuego de Prometeo, el que robó la inteligencia a los dioses y se la regaló a los hombres?), resultaba la poderosa encarnación del científico perverso, del científico al servicio del mal, la razón produciendo monstruos, la razón que trastoca, pervierte, al bueno del Rey Kong en el enemigo más letal de Centella.

En cambio, las hordas, los autores materiales del crimen, no eran más que seres tristes, meláncolicos, vapuleados por la humanidad, llenos de dolor y presas fáciles de los ofrecimientos, palabras e hipnotismos de mal. Recuerdo (o quizá imagino), claramente una escena. Recuerdo a Centella luchando contra un hombre en forma de estrella de mar gigante con colmillos atroces. Luego de una ardua batalla, Centella acaba con aquella deformación maléfica, y ésta cae al suelo. Allí, en medio de la autopista, la estrella horrífica se transforma en un hombre que agoniza. Entonces aparecen las hermanas de aquel desgraciado, y el desgraciado pide perdón. Las hermanas, arrodilladas lloran. Centella escucha todo, como un cura cristiano a punto de dar la extramaunción. Pero justo cuando el sacramento está a punto de ser dado, llega el Dr. Dogma en su burbuja aérea. Por supuesto, el Dr. está arrechísimo, y no cree en redenciones ni un carajo. Aprieta un botón y unos rayos desintegran al converso que alguna vez fue una estrella maléfica llena de odio hacia el mundo porque el mundo lo trató mal. Sí, y esto es importante. El malo era malo porque el mundo lo había despreciado. Porque el mundo lo había hecho así. Tremendas enseñanzas, ¿no?

Dicen que el Capitán Centella fue la respuesta japonesa al Llanero Solitario. Quizás. Pero nuestro Centella iba mucho más allá. Nuestro Centella, creo más bien, se acerca a aquel Batman oscuro, sicológico, terrible, cercano a la locura que perfilaron el tandem de Neal Adams y Dennis O´Neal, y que luego en los 80 alcanzaría su máxima expresión con el maestro Frank Miller, y que vería una (por fin) decente versión cinematógrafica en aquel Batman Begins de estos últimos años.

¡Larga vida al Capitán Centella, amigos!



(Capitán Centella de 1958 - Tokusatsu)

(Capitán Centella de 1972)

Cena con taxistas

JORGE GÓMEZ JIMÉNEZ


Nunca pude decirle que no a mi hermana. Eso me metió en más de un problema cuando éramos niños, pues a ella se le ocurrían ideas bastante extrañas, como colectar medias rojas obteniéndolas en forma furtiva de los patios del vecindario o dramatizar el incendio de la Biblioteca de Alejandría en la más bien austera biblioteca de la escuela.

Así que cuando ella decidió regresar de Europa me asaltó un sentimiento dual. Por un lado, me embargó una tierna alegría que rebasaba los límites de lo simplemente fraterno, pues ella es la única sobreviviente del núcleo familiar. Mamá, papá y nuestro hermano menor murieron hace muchos años en un accidente del que mi memoria no guarda más que nubes y algunos sonidos. Pero, por el otro, empecé a sufrir desde el instante en que recibí su llamada, pues sé que con ella vendrían nuevas y extravagantes y embarazosas ideas.

La recibí con una gran cena, ocasión para la cual pulí los viejos candelabros que dan fe de una muy antigua bonanza familiar, ahora reducida a unas discretas pensiones que recibimos ella y yo. Ella comió poco, pero fue una linda velada en la que me contó sus extraordinarias vivencias en Europa. Por mi parte sólo pude narrar mis esfuerzos por no perder mi empleo de corrector en el periódico local y alguna aventurilla aislada y desvaída, como mi viaje reciente al pueblo vecino a localizar algunos repuestos para la lavadora.

Luego nos sentamos frente a la ventana a fumar y a intentar reconocernos a través del manto que han tejido los años. Ella casi alcanza ya el medio siglo, pero sus pómulos siguen siendo abundosos y suaves, como cuando era niña. Sólo alrededor de sus ojos la piel empieza a sucumbir, y también en su cuello, por lo que se ha habituado a usar ropa que esconda tales desafueros de la biología. Si antaño fue una niña hermosa, ahora es una hermosa mujer cercana a los cincuenta años.

Hicimos tarde el desayuno, pues cuando nos acostamos ya estaba avanzada la noche. Comió poco esa mañana y poco al mediodía, y en la cena siquiera probó bocado. "Estás desganada", le dije con el tono intermedio de una afirmación que es también una pregunta. "Así es", me respondió sin dar mayor importancia al asunto, y luego se sumió en un silencio que quizás duró apenas unos segundos, pero que se me hizo insoportable. Después de dar un sorbo al vino, agregó: "Es que ahora soy antropófaga".

Si oírla decir eso me desconcertó, saber de su particular gusto por los taxistas terminó por escandalizarme. No me pasaba por la mente pensar que estuviera bromeando, pues la conozco lo suficiente para saber que ella no le mentiría a su hermano. La conozco tanto que no me sorprendió cuando me pidió que la ayudara a calmar sus extraños apetitos.

Urdió todo el plan para mí y me proveyó del arma que acabaría con la vida de la presa. Tendría que irme a alguna de las calles aledañas al puerto y esperar a que pasara algún taxista de mediana edad, no demasiado delgado a fin de que su carne proporcionara alimento para varios días antes de volver a cazar. Entre el puerto y nuestro vecindario el trayecto obliga a pasar por una carretera oscura rodeada de terrenos baldíos, algo perfecto para quien no dispone de la sofisticación de un arma con silenciador.

La expectativa de ver a mi hermana satisfecha y el temor a que enfermara a causa del hambre me dieron el valor para subirme al taxi. Era un auto muy viejo, de esos que en su momento tenían la apariencia de una fortaleza rodante y estaban tan bien construidos que podían salir airosos de cualquier accidente. Una época, también, en la que sólo se podía pensar en utilizarlos como taxis para ejecutivos, pues eran vehículos concebidos para los estamentos superiores de la clase media. Uno se preparaba para comportarse con los mejores modales al ir a una fiesta si veía estacionados afuera varios de estos autos. Ahora, envejecido y aquejado de múltiples infamias de la mecánica, no era más que un taxi improvisado, que no pertenecía a servicio alguno más que al provisto por su dueño a los caminantes sin rumbo.

Mientras preparaba el arma, oculta en un bolsillo de mi chaqueta, entablé conversación con la presa y supe que tenía casi cuarenta años, era casado y tenía dos hijos. El mayor acaba de ser admitido en la escuela de derecho y el menor, que temprano demostró su patente incapacidad para los estudios, trabaja en el puerto cargando paquetes. Decía sentirse orgulloso de ambos —supuse que no era capaz de admitir su afecto, notablemente superior, por el competente aspirante a abogado— y hablaba profusamente de ellos, de sus noviecitas adolescentes, de su tumultuosa relación con la madre, una mujer fatídica cuyos únicos esfuerzos sinceros se concentraban en estropearle el día a sus hijos y a su esposo.

En cuanto dejó de hablar le conté una falsa historia de mi vida en la que incluí una falsa esposa y unos falsos hijos, pues necesitaba que me sintiera igual a él, que me diera su confianza. A eso le atribuyo el que hubiera frenado sin dudarlo cuando le dije que tenía ganas de orinar. No podía ser más fácil: me siguió y orinó a mi lado. Cuando me dio la espalda, hice un disparo certero que lo tumbó de bruces a pocos centímetros del taxi. Lo subí en el asiento trasero y lo cubrí con la chaqueta para evitar el exceso de sangre dentro del vehículo.

Encendí el motor y me quedé sentado al volante unos minutos. Temblaba y ni siquiera podía sostener el cigarrillo. La primera vez que mato a un hombre y todo resulta tan fácil. Sentí temor por mi vida; es sencillo perderlo todo en un instante. Poco a poco volví a la serenidad, o a algo que se le asemejaba de manera difusa, construyendo en mi mente la imagen de la sonrisa de mi hermana.

Di una última mirada a la presa y partí. Era poco más de medianoche y hacía frío, por lo que lamenté no haber llevado una chaqueta adicional. Tomé nota de ello para no equivocarme la próxima vez. Ya bastantes preocupaciones me ocasionaba lo que estaba haciendo como para añadir el inconveniente de un resfrío, el temor a perder el empleo si ese resfrío me obligaba a quedarme en casa un par de días.

Mientras pensaba en estas cosas escuché un ruido muy bajo, pero intempestivo, en el área del motor. Quise ser optimista y seguí conduciendo, pero una de las agujas del tablero empezó a subir con velocidad y sentí un inquietante olor a plástico chamuscado. Así que detuve el taxi y metí mi cabeza en el motor, como si mis limitados conocimientos de mecánica pudieran resolver mi situación, pero el humo me impedía respirar y tuve que apartarme. Me recosté de la puerta y encendí otro cigarrillo. Esperaba que, al enfriarse el motor, el taxi pudiera llevarme a casa antes de detenerse definitivamente.

Sólo entonces pensé en serio en la particularidad del nuevo capricho de mi hermana. ¿Por qué taxistas? ¿Qué diferencia puede existir entre el sabor de un taxista y el de un campesino, pongamos por caso, que además sería más fácil de cazar? Es decir: más fácil para mí, que aunque podía conducir muy bien, nunca fui afecto a involucrarme en los misterios de las bujías y los carburadores. Me confesé a mí mismo que había escogido específicamente a esta presa por la ruina que denunciaban la edad y la apariencia del taxi, pues imaginaba que si era lo bastante pobre, los cuerpos de seguridad no se ocuparían demasiado en investigar.

Sabía que nada podía impedir que las cosas empeoraran, por lo que no me sorprendió cuando otro taxi, igualmente desvencijado y conducido por otro hombre de edad cercana a los cuarenta años, se detuvo un poco más adelante. El hombre se acercó hasta mí y me preguntó por el taxista; se conocían y, al ver estacionado el taxi a un costado de la carretera, pensó que su colega había sido asaltado.

Aprovechando los retazos de información que mi taxista me había confiado, le dije que había tenido problemas con su esposa, y que aunque sus dos hijos intentaron detenerlo él se había escabullido para ir a mitigar su pena cotidiana en uno de los bares del puerto, donde nos encontramos, pues también le dije que lo conocía. Le conté que estuvimos tomando juntos hasta que él se desmayó y, en un destello de virtuosismo, agregué que, como no sabía dónde vivía, había conducido a la deriva, con el hombre ebrio e inconsciente en el asiento trasero, esperando encontrar algún taxista amigo, y que en eso estaba cuando ocurrió la avería.

Me hice de su confianza utilizando nombres propios y relatos que tendrían resonancia en la memoria de cualquier conocido del taxista. Lo convencí de que la mejor manera de resolver la situación era que atara una cuerda desde su taxi hasta el de su amigo para remolcarlo hasta su casa. Luego de dar las explicaciones de rigor a quien allí nos recibiera, le pagaría por llevarme y asunto terminado. Él revisó el motor y determinó que una correa se había roto en el camino, lo que había causado el recalentamiento. Supongo que eso le bastó para decidirse a abrir la maleta de su taxi en busca de la cuerda que necesitábamos.

Nunca pude decirle que no a mi hermana. Me hace feliz imaginar su expresión orgullosa, al recibirme de mi primera jornada de caza cargado con dos presas. Mientras conduzco el taxi del recién llegado dibujo en mi mente la sonrisa con la que me dará la bienvenida y también sonrío.


Cagua, 28 de noviembre de 2004

miércoles, marzo 29, 2006

En defensa de los salseros (porque soy uno de ellos)

FÓSFORO SEQUERA


La salsa representa un orgullo compartido en el caribe, ya que todos, de alguna manera, hemos tenido que ver en el nacimiento, desarrollo y evolución de la misma. Las hemos bailado, hemos gozado un puyero con su sabor inconfundible, algunos la hemos tocado o cantado, pero somos algunos, sí, sólo algunos, aquellos quienes podemos sentirla como propia, aquellos que la defendemos a muerte, cuchillo en mano como en cualquier esquina del barrio, aquellos que no resistimos el primer abanico para salir a buscar a la jeva de más sandunga para echar un pie, aquellos que igual enfrentamos un bongó o una tumbadora a bofetada limpia, sin concederle espacios a las malas influencias, aquellos que nos batimos con todo en el Poliedro, en el 23, en Marín o en Catia, donde todos somos brothers en el mismo sentimiento.

En defensa de aquellos, mis panas, mis hermanos, es que escribo hoy. Salgo en defensa de quienes hemos sido señalados por disfrutar del soneo inconfundible de Ismael Rivera, por gozarnos las mañas del Lavoe, por tripearnos al Conjunto Libre o rendirle culto a la memoria de Celia Cruz o de Tite Curet Alonso. Quisiera saber qué es lo que tenemos de malo, cuál es el rollo mental en el que algunos viven simplemente por nuestro amor al movimiento musical gestado en Nueva York y que, ahora, le pertenece a todo el caribe por derecho propio. Me gustaría conocer cuál ha sido la afrenta, la ofensa que puede haberles causado el hecho de querer escuchar a La Sonora Ponceña cuando abordo el autobús de Naguanagua, o que me ponga la boina al revés cada vez que me lanzo para “El maní es así” a echar un pie. ¿Cuál es el rollo? ¿Acaso esta música, curtida en el caribe, fundida en una paila con malanga y hierbabuena, no te parece tan válida como cualquier otra? Esta música, como otras, representa la expresión de una raza, de un pueblo, de una cultura, de una sociedad y que, triste y alegremente, se sigue expresando a través del mismo vehículo, teniendo, en algunos casos, vigencia rotunda a pesar de los compases del tiempo.

Lo siento por quienes me llevan la contraria, pero esta música forma parte de mis venas desde antes de nacer. La llevo inscrita dentro de mis glóbulos rojos porque me representa más que muchas poses de figurín, me llena más que las empanadas que venden en la bodega. En este reducto se habla salsa, se vive la salsa con la irreverencia acostumbrada, se siente la salsa desde los días en que Phidias Danilo, Bolívar Navas o El Tigre Rafael nos ponían a gozar con las cabillas de la época, se respeta la salsa dura, brava, la que no concede espacios a la mediocridad.

Soy salsero, y con mucho orgullo tomo las maracas para llamar a todos al bembé, al sonar de los tambores iniciaremos el festín, donde negros, indios e hispanos nos reunimos sin importar razas ni credos, sin excluirnos. Lo lamento por aquellos que solo saben señalar a quienes profesamos un profundo sentimiento salsero. Con tabaco y ron, con mucha clave y sabor, seguiremos la rumba, afincando, soneando, viviendo.

Con mucho Aché.

Recuerdos menores

MARÍA GRACIELA BASTARDO



Pienso mucho en mi prima, a quien nunca más vi. Me pregunto si ella habrá olvidado nuestros secretos o si se los cuenta a alguien en medio de una borrachera para saber si es común esas cosas en los niños. Me imagino que nos encontramos y que yo le pregunto si recuerda cuando obligábamos a su hermano menor a lamernos el clítoris. Él prefería su totona porque era rosada y la mía marrón, entonces había que ofrecerle dinero para que me complaciera. Le quedamos debiendo mucho.

Recuerdo aquel cumpleaños, en el área del salón de fiesta de un edificio. Ya era de noche, quedaban muy pocas personas. María Adela y yo, despeinadas y sudadas (ella siempre estaba más despeinada y más sucia que yo), corríamos de un lado a otro. Dos parejas de adolescentes se besaban al final del área de la piscina. Nosotras espiábamos torpemente y ellos simulaban no darse cuenta. Cuando vimos que uno de ellos deslizó la mano hacia las nalgas de su pareja, me dieron ganas de salir corriendo, pero ella me sujetó del brazo y me obligó a ver cómo después le metía la mano por debajo de la blusa y acariciaba sus senos.

Nos metimos en el cuarto de baño de la piscina. Era un salón grande con muchos espejos, duchas y sanitarios. Nos encerramos en uno de los cuarticos y empezamos a besarnos, ella acariciaba mis nalgas y mi pecho tal como lo acabábamos de ver. Luego jugamos a masturbarnos. No recuerdo cómo llamábamos ese juego. Un día descubrimos que las dos solíamos hacerlo a escondidas, debajo de la cobija, entonces lo empezamos a hacer juntas cada vez que ella iba a mi casa o yo a la suya. Lo hacíamos con un bolígrafo, por encima de la ropa. Una vez me equivoqué, y en vez de usar el lado de la borra, usé el lado de la punta, y manché de tinta una falda nueva. Mamá me dio una cachetada cuando vio la mancha. Alguien entró al baño y nos subimos a la poceta para que no nos viera los zapatos. Yo tenía miedo pero me sentía valiente estando con ella. La mujer entró al baño de la derecha, la oímos orinar y vimos caer el papel higiénico al suelo. Se lavó las manos, volvió a entrar al baño para coger papel, se las secó y otra vez el papel al suelo. Aguantábamos la risa mordiéndonos los labios. Cuando salimos encontramos la cajita de madera en uno de los lavamanos. Era una madera clara, brillante, con unos dibujitos muy finos en cada esquina. Era más profunda de lo que se esperaba al verla por fuera. Adentro había varias pilas de billetes ordenados por colores, había monedas y recibos.

Papá me daba diariamente cinco bolívares para comprar el desayuno en el colegio, a veces un billete de diez cuando no tenía cambio, pero debía guardar el resto para el día siguiente. El hecho es que nunca había tenido en mi poder más de diez bolívares y en esa caja podía haber más de cinco mil. Empezamos a meternos los billetes adentro de las pantaletas, la verdad es que no pensé estar haciendo algo malo, cuando uno se encuentra dinero en la calle, uno se lo queda y ya, sigues caminando como si nada, lo comentas con tus padres y ellos celebran tu suerte. Yo agarraba los billetes de cinco y de diez, no me atrevía a más. Mi prima agarraba sólo los marrones, los de cien. Quedaban aún muchos billetes, pero ya no nos cabían más, entonces salimos corriendo a avisarle a los chicos que se besaban. Fue como darles un premio por lo que nos habían mostrado.

Al día siguiente, mamá me encerró en el cuarto y me preguntó si en la fiesta no había visto una caja de madera. Dije que no. Entonces me contó que la presidenta de la junta de condominio había perdido unos papeles muy importantes. Habían encontrado la caja vacía en un barranco que estaba al final de la piscina. Ella había dicho que nos había visto corriendo por todas partes, nos describió, éramos sospechosas. Temía la confesión de María Adela. Ella era una sinvergüenza, tenía antecedentes, varias materias reprobadas y una madre envidiable, despreocupada y alcohólica. Mi situación era exactamente la opuesta. Siguieron días de zozobra, no dormía bien, me temblaban las piernas cuando me llamaban a gritos para ir a comer. Fui gastando el dinero con mucha cautela, compraba barajitas antes de entrar al colegio y escondía la paca gruesa de las repetidas para evitar sospechas. Cuando llené el álbum no fui a reclamar el premio.

Ahora somos unas perfectas desconocidas, me pregunto cómo será ahora que tiene treinta y dos años (la misma edad que yo). Cuando me vino la primera menstruación, un 31 de diciembre, María Adela estaba pasando las vacaciones en mi casa. Me dio un dolor de estómago terrible y luego vi la sangre salir en coágulos mientras orinaba. A ella le había venido el mes anterior y no me había dicho nada para no hacerme sentir mal. Ella siempre escondía sus tetas, que habían alcanzado proporciones inquietantes, porque las mías eran pequeñas. Me enseñó a pegar las toallas sanitarias en la pantaleta, mamá completó la lección haciendo énfasis en la higiene (de esto María Adela no sabía nada) y remató con un abrazo que sentí sobreactuado y la frase: “mi hija ya es una señorita”.

Una noche, mamá me montó en el carro y empezó a interrogarme acerca de los amigos de mi prima, sus nombres, sus teléfonos, sus direcciones; recorrimos calles donde había adolescentes bebiendo, tocándose, escuchando música, mientras yo, sentada en el asiento trasero del carro, los envidiaba. Luego fuimos a casa de mi tía, que estaba esperándonos con cara grave y un vaso de wiski en la mano. Mi primo me dijo que María Adela se había escapado. Mamá nunca me habló de eso. Por más que traté de espiar sus murmullos telefónicos, no podía entender qué había pasado, por qué no nos vimos más. Es cierto que me molestaba su cabeza piojosa y su admiración hacia mi vida ordenada y limpia, pero extrañé sus cuentos de gente grande, sus mentiras. Extrañé el olor a orine de las alfombras de su casa, sus lecciones de cómo aspirar el humo del cigarrillo, besar con lengua, bailar pegado, masturbar al gato, beber tragos abandonados. Y sobre todo, la certeza de que nunca nada se sabría, estando con ella, mi vida a escondidas estaba bajo llave, nuestra llave.

Hace algunos años encontré a mi tía caminando en la calle. Después de la tercera cerveza me contó que mi mamá había prohibido el contacto entre mi prima y yo después de lo que pasó. María Adela nunca me perdonó que yo no hiciera nada en contra de esa medida. No encontré la manera de explicarle que desobedecer a mamá era algo impensable, su poder sobre mí era absoluto. Nuestra separación fue algo que siempre me intrigó, pero lo asumí como una ley: de dos a cuatro se practica el violín, de cuatro a seis se puede ver televisión, a las ocho de la noche empiezas a subir las escaleras para tu cuarto, las primas se separan.

Ignoro si sus recuerdos de nuestra época juntas estarán tan frescos como los míos, si tiene un dolor o una tristeza importante que opaque los recuerdos menores. Muchas veces me he detenido a pensar en las peores cosas que me han ocurrido, y encuentro la muerte de familiares lejanos y amigos, despechos y momentos con mis padres. No he tenido suerte con las desgracias.


Ahora mis secretos son sólo míos, aunque ella, sin sospecharlo, sigue estando presente en ellos.

La liga de la justicia (o ligando justicia se me perdió un periódico de anteayer y ya no tengo más memoria)

JOSÉ JAVIER ROJAS




A Charles Bronson y Lorena Bobbit


¿Justicia o venganza? Hay una larga y delgada línea roja que va de los lincheros y forajidos del far west a los azotes y gamínes de nuestras urbes, pasando por los ronin, bandoleros y guerrilleros de los montes, malandros todos, outlaws de todos los filos y calibres: la sangre derramada es dulce y barata cuando es ajena, es amarga y cara cuando es la propia. Como el terrorista de los unos es el patriota de los otros, el embudo siempre es más ancho de este lado del espejo, porque como mis razones son mías y sólo a mi me asisten, cuando yo clamo al cielo, todos mis muertos son santos de devoción en mi panteón, mientras los de los demás son carroña para los buitres, grasa para jabón y abono para las plantas. Para los míos el cielo y el Valhala, para los demás el ciclo del nitrógeno y del carbono, que ya es bastante, porque para algo tenían que servir esos infrahumanos, indignos de misericordia.

La historia, que ya se conoce, la escriben los sobrevivientes, y ellos no se andan con muchas cortesías a la hora de poner los puntos y aclaraciones en los pies de página, porque como todo abogado de las causas imposibles sabe, cliente muerto no paga. Aquí los buenos y allá los malos: titánicos impolutos unos, enanos malditos y sin apelación los otros. Mientras desde esta orilla las afrentas que yo pueda causar al otro tienen todos los atenuantes, las que él me causa a mí tienen todos los agravantes, y tal cual piensa y opera él. En consecuencia, no hay forma de acuerdo posible entre las partes afectadas sin la intervención de terceros que oficien de mediadores y administradores objetivos de la justicia que por definición no puedo obrar yo ni mi adversario subjetivos: el fiel de la balanza, el gran tribuno, el procónsul, el maestro de la ley, el sanedrín, el juez, pues.

La quimérica aspiración de justicia es la fuente más rica de las mitologías que generan todas las culturas. La mitología es el cemento verdadero que une las complejas y frágiles estructuras sociales: todos los arquetipos están presentes en el gran drama que explica el origen y el funcionamiento del universo conocido. "Así son las cosas", diría Oscar Yanes o "Así están las cosas, y así se las hemos contado", se despediría de todas sus emisiones estelares Walter Cronkite. Porque si antes la mitología se transmitía en la tradición oral y en el folklore, y claro está en las religiones, ahora le toca a la infoesfera hacer el papel de juglares y chamanes frente a la hoguera comunal. No es la verdad, entonces, lo que mana de los proveedores de contenidos, corporativos o no, sino la versión de la mitología que corresponde a cada sociedad, a cada cultura. Los llamados medios alternativos dicen comunicar la verdad alterna (o verdadera), pero lo que hacen es divulgar la mitología disidente, que corresponde a otras estructuras, que a veces es subversiva al estado de las cosas imperante.

Un boliche arde en Buenos Aires en una fiesta de fin de año y mueren dos centenares de personas, entre ellas, infantes que estaban en una guardería ad hoc mientras sus padres disfrutaban del concierto de Los Callejeros. La sociedad porteña ruge pidiendo justicia, y a cambio le van sirviendo la cabeza de Omar Chabán, dueño del local República de Cromagnon, demandado civilmente y procesado penalmente; los músicos de la banda, quienes son embargados por montos millonarios en dólares; y finalmente, la del alcalde Aníbal Ibarra, quien es destituido y espera ahora para enfrentar juicio. El juicio de los medios, mientras tanto llega el otro, da por terminada su carrera política. Si los deudos de las víctimas se dan por satisfechos me es por completo desconocido, pero me atrevo a decir que la justicia sigue sin ser servida hasta que los locales nocturnos argentinos no cumplan con un protocolo de seguridad ejemplar y los bomberos no hagan cumplir su autoridad sobre cualquier otro interés o poder, oculto o no. Cuando un centro comercial colapsó por la nieve en el techo en el crudo invierno ruso de este año, inmediatamente del dolor y el llanto surgió la indignación y el estupor cuando se supo que era la segunda construcción que caía del mismo contratista. A estas horas, el muy imputado Slobodan Milosevic debe estar muy sonreído o muy contrariado en el éter porque pasó agachado y no se le sentenció en firme: el Tribunal Internacional Penal de La Haya no se haya con la papa caliente que este segundo fiambre les ha dejado en las manos, pues el serbocroata Milan Babic se les suicidó unos día antes, y ya el asunto parece una novela de Agatha Christie llevada al cine por Christopher Nolan. Linda Loaiza lleva la dignidad escrita en las cicatrices que le dejó todo el sistema judicial venezolano, sal en las heridas que le propinó (presuntamente) Luis Carrera Almoina, quien ahora (presuntamente) disfrutará (presuntamente) de seis años en el infierno de las cárceles venezolanas. ¿Justicia o venganza?