miércoles, marzo 29, 2006

La liga de la justicia (o ligando justicia se me perdió un periódico de anteayer y ya no tengo más memoria)

JOSÉ JAVIER ROJAS




A Charles Bronson y Lorena Bobbit


¿Justicia o venganza? Hay una larga y delgada línea roja que va de los lincheros y forajidos del far west a los azotes y gamínes de nuestras urbes, pasando por los ronin, bandoleros y guerrilleros de los montes, malandros todos, outlaws de todos los filos y calibres: la sangre derramada es dulce y barata cuando es ajena, es amarga y cara cuando es la propia. Como el terrorista de los unos es el patriota de los otros, el embudo siempre es más ancho de este lado del espejo, porque como mis razones son mías y sólo a mi me asisten, cuando yo clamo al cielo, todos mis muertos son santos de devoción en mi panteón, mientras los de los demás son carroña para los buitres, grasa para jabón y abono para las plantas. Para los míos el cielo y el Valhala, para los demás el ciclo del nitrógeno y del carbono, que ya es bastante, porque para algo tenían que servir esos infrahumanos, indignos de misericordia.

La historia, que ya se conoce, la escriben los sobrevivientes, y ellos no se andan con muchas cortesías a la hora de poner los puntos y aclaraciones en los pies de página, porque como todo abogado de las causas imposibles sabe, cliente muerto no paga. Aquí los buenos y allá los malos: titánicos impolutos unos, enanos malditos y sin apelación los otros. Mientras desde esta orilla las afrentas que yo pueda causar al otro tienen todos los atenuantes, las que él me causa a mí tienen todos los agravantes, y tal cual piensa y opera él. En consecuencia, no hay forma de acuerdo posible entre las partes afectadas sin la intervención de terceros que oficien de mediadores y administradores objetivos de la justicia que por definición no puedo obrar yo ni mi adversario subjetivos: el fiel de la balanza, el gran tribuno, el procónsul, el maestro de la ley, el sanedrín, el juez, pues.

La quimérica aspiración de justicia es la fuente más rica de las mitologías que generan todas las culturas. La mitología es el cemento verdadero que une las complejas y frágiles estructuras sociales: todos los arquetipos están presentes en el gran drama que explica el origen y el funcionamiento del universo conocido. "Así son las cosas", diría Oscar Yanes o "Así están las cosas, y así se las hemos contado", se despediría de todas sus emisiones estelares Walter Cronkite. Porque si antes la mitología se transmitía en la tradición oral y en el folklore, y claro está en las religiones, ahora le toca a la infoesfera hacer el papel de juglares y chamanes frente a la hoguera comunal. No es la verdad, entonces, lo que mana de los proveedores de contenidos, corporativos o no, sino la versión de la mitología que corresponde a cada sociedad, a cada cultura. Los llamados medios alternativos dicen comunicar la verdad alterna (o verdadera), pero lo que hacen es divulgar la mitología disidente, que corresponde a otras estructuras, que a veces es subversiva al estado de las cosas imperante.

Un boliche arde en Buenos Aires en una fiesta de fin de año y mueren dos centenares de personas, entre ellas, infantes que estaban en una guardería ad hoc mientras sus padres disfrutaban del concierto de Los Callejeros. La sociedad porteña ruge pidiendo justicia, y a cambio le van sirviendo la cabeza de Omar Chabán, dueño del local República de Cromagnon, demandado civilmente y procesado penalmente; los músicos de la banda, quienes son embargados por montos millonarios en dólares; y finalmente, la del alcalde Aníbal Ibarra, quien es destituido y espera ahora para enfrentar juicio. El juicio de los medios, mientras tanto llega el otro, da por terminada su carrera política. Si los deudos de las víctimas se dan por satisfechos me es por completo desconocido, pero me atrevo a decir que la justicia sigue sin ser servida hasta que los locales nocturnos argentinos no cumplan con un protocolo de seguridad ejemplar y los bomberos no hagan cumplir su autoridad sobre cualquier otro interés o poder, oculto o no. Cuando un centro comercial colapsó por la nieve en el techo en el crudo invierno ruso de este año, inmediatamente del dolor y el llanto surgió la indignación y el estupor cuando se supo que era la segunda construcción que caía del mismo contratista. A estas horas, el muy imputado Slobodan Milosevic debe estar muy sonreído o muy contrariado en el éter porque pasó agachado y no se le sentenció en firme: el Tribunal Internacional Penal de La Haya no se haya con la papa caliente que este segundo fiambre les ha dejado en las manos, pues el serbocroata Milan Babic se les suicidó unos día antes, y ya el asunto parece una novela de Agatha Christie llevada al cine por Christopher Nolan. Linda Loaiza lleva la dignidad escrita en las cicatrices que le dejó todo el sistema judicial venezolano, sal en las heridas que le propinó (presuntamente) Luis Carrera Almoina, quien ahora (presuntamente) disfrutará (presuntamente) de seis años en el infierno de las cárceles venezolanas. ¿Justicia o venganza?